Son las 2 de la mañana y sin saber por qué no puedes dormir,
coges el móvil de la mesilla de noche y al encenderlo observas que ya es 21 de
junio, una fecha aparentemente normal, lo más destacado es que comienza el
verano, a no ser que seas aficionado de la Unión Deportiva Las Palmas, entonces
esta fecha será algo más que un día normal para ti. Hace exactamente un año el
equipo gran canario volvía a la élite del fútbol español. Hace exactamente un
año una ciudad, una isla se concentraba para apoyar a un equipo que lo
necesitaba más que nunca.
Es difícil olvidar algo de ese día, lo que hiciste desde por
la mañana, lo que comiste, como te sentías en cada momento, etc. Si no recuerdo
mal, que lo dudo, hacía un día bonito en la ciudad, cielo despejado, bastante
calor, día digno de verano. Como casi todos los partidos llegué al recinto de 7
Palmas en taxi, con los nervios a flor de piel, con la seguridad y convicción
de que se remontaría ese 3-1 de la ida, pero con el miedo de “¿y si no?”. Pocos
días el estadio de Gran Canaria ha tenido un ambiente similar, desde horas
antes de comenzar el partido hasta horas después. Recuerdo estar en la calle
Fondos de Segura (entrada de la grada Sur) para ver el recibimiento a la guagua
del equipo, una cosa de locos. Después de vivir esto entramos al estadio,
estaba más amarillo de lo normal, más bonito que nunca.
Tras un calentamiento eterno llegó uno de los momentos más
espectaculares que he vivido como aficionado de este equipo, incluso como
aficionado al fútbol, al deporte. Aproximadamente treinta mil personas formando
un mosaico en el que se podía leer: “Nunca dejes de soñar” a la vez que
entonaba a capela un himno, no oficial, posiblemente el himno de la afición, el
llamado “Piotemazo”. Hay cosas que se saben, otras que no, y también hay cosas
que se sienten, y en ese momento estoy seguro que cada uno de esas treinta mil
personas sentía que esa noche su equipo iba a dormir en Primera División, por fin
después de tantos años de espera.

Once, once fueron los minutos más largos de ese día, desde
el gol de Araujo en el 84´ hasta el minuto 95´donde acabó el partido. Once
largos minutos donde sufres, pasas miedo, te esperas lo peor y en los que digan
lo que digan es imposible ser positivo, será porque cuando ya tienes algo en tu
mano ves más fácil perderlo que cuando vas tras ello. Tras ese sufrimiento
acabó el partido y un estadio, una ciudad, una isla y muchas muchas personas
fuera de aquí explotaron de alegría, por algo que no es sólo fútbol, por algo
que es un sentimiento, ser de la Unión Deportiva Las Palmas.
Se cumple el primer aniversario de uno de los días más
felices de mi corta vida, sin duda el 21 de junio ya nunca volverá a ser un día
normal.
Carlos Castellano.
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